Vuelvo oliendo a naturaleza y a flores sabrosas de frutos por transmutar, vuelvo porque mis pies inquietos quieren sentir el asfalto y mi sentidos saborean el ácido olor de cuidad contaminada.
Vuelvo porque es sólo aquí donde las respuestas pueden viajar a la velocidad de tus reclamos, y ser diferente no molesta ni te destierra a la isla de los alienados.
Pueden creer que vivir en los parajes verdosos de las afueras de la cuidad puede llegar a ser veneno para tu ánimo, que la pacividad de las horas puede petrificar el flujo de ideas.
No reniego de mis opciones, pero me rindo a mis ganas de cuidad, deseo su celeridad paranoica y la multiplicidad de vida mutada una y otra vez.
La cuidad protege a los que han nacido y se han formado diferente en ella, la cuidad es una madre extraña y generosa aunque oculte muy bien sus afectos.
Madre, esta bruja nómade volverá un día y te contará sus historias.
No olvides a tus hijos emigrados.
1 comentario:
Cantamos de hambre.
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